top of page

Romeo y Julieta suspenden el tiempo con la danza

  • Foto del escritor: Valentín López
    Valentín López
  • 13 dic 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 13 dic 2018

La inmortal historia de amor es contada sin palabras, tan sólo con el lenguaje de los cuerpos en movimiento. (Crónica escrita para El Sol de León.)


Hay cosas que por más XBOX, más 3D, más 180km/h o más estrés que hayan llegado a acelerar el mundo, siguen tan vivas como cuando fueron concebidas y ni XBOX, ni 3D, ni 180km/h, ni estrés, estaban siquiera en la imaginación de los hombres. Dos de estas cosas son: uno, la danza clásica; y dos, Romeo y Julieta. Quizá sea por esto que la obra escrita por Shakespeare haya convocado, la noche del viernes en el teatro Manuel Doblado, a cientos de leoneses, desde niños a personas de edad, para revivir la inmortal historia de los jóvenes amantes de Verona. Como todos ellos, y pese a mi sensibilidad prosaica, me adentré en ese universo creado por el movimiento de los cuerpos, en perfecta armonía con los ritmos y las cadencias de la música.

En el escenario, 40 bailarines del Russian State Ballet hacían evoluciones para contar, con su pura expresión corporal, los amores desdichados de Romeo y Julieta.

Desde la oscuridad, ojos ávidos como los míos bebían la armonía en movimiento de los bailarines rusos. Estaba ahí porque quería recordar a Susi, de quien me enamoré, hace ya como una vida, viendo su grácil cuerpo ejecutar esas mismas evoluciones en un espectáculo de danza clásica del taller en el que ella, entonces adolescente, estudiaba. En realidad, la intención era ir con ella. Pero esa noche ella estaba gripada, de mal humor y con hambre, así que, saliendo de nuestros trabajos, decidió marcharse a casa. En cuestión de minutos, una amiga suya la convenció de ir; trató de localizarme para vernos pero yo, en el teatro, ya no estaba disponible. Así que ahí podía adivinarme absorto en mi butaca, solo, volviendo a ese mundo en el que el tiempo de nuestra historia personal, y el tiempo de la historia de los hombres, se suspende: decir con el cuerpo, hacer de su movimiento un tejido maravilloso de armonía, sin palabras ni objetos que son como una carga en nuestra existencia. Sólo el cuerpo, sólo los cuerpos comunicándose con otros cuerpos. Y nada más. Mientras veía el espectáculo y no sabía qué pensar (ni qué iba a escribir de él), lamenté que Susi no estuviera conmigo para que me ilustrara sobre lo que estaba observando en el escenario. Mi sensibilidad no se ha distinguido por apreciar las formas más exquisitas del arte. Así que salí del teatro un poco confundido. Lo único que tenía en claro era la historia, porque la he leído. Pero el resto… Me reencontré con Susi ya en casa. Mientras me contaba cómo, de última hora, había cambiado de opinión, observé, como siempre, los movimientos de sus manos con los que acompaña en todo momento sus palabras: un hábito que le ha quedado de sus tiempos adolescentes de bailarina. Así que habíamos visto la obra, cada quien por su lado. Pero en vez de sentirme enfadado, la abracé y me sentí agradecido porque hay cosas en el mundo como el amor de Romeo y Julieta, o como la danza clásica, que a veces tocan nuestra vida con un poco de su magia, y que están aquí, para nuestro goce, desde antes de los FX, de la HD, del touch screen y del estrés.

Comments


© 2019 by Valentín López. Proudly created with Wix.com

bottom of page