México: entre el futbol y los comicios
- Valentín López
- 14 dic 2018
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 16 jul 2019
El primero de julio de 2018 fue una fecha especial para la democracia en el país. A la jornada electoral le siguió la jornada futbolera en que la selección mexicana se jugaba el pase a los cuartos de final con la selección brasileña. Entre esas dos euforias transcurrió aquel domingo memorable. Para dar cuenta de ello escribí la siguiente crónica, desplegada en las páginas centrales de El Sol de León.
Los mexicanos pasamos ahora mismo por una ruleta rusa de emociones que compartimos en comunidad: este domingo las elecciones; el lunes, el decisivo juego de la selección contra Brasil en el Mundial.
En ninguno de los dos casos sabemos con anticipación, a ciencia cierta, quién va a ganar. Las encuestas dicen que la presidencia la ganará Andrés Manuel; el partido contra Brasil, todos (o casi todos) quisiéramos que lo ganara el Tri.
Quién gane en el partido del Mundial, depende de un puñado de futbolistas; quién gane en las elecciones, depende de la mayoría de los mexicanos.
Habrá muchos de nosotros a quienes les dé igual que el Tri gane o pierda frente a Brasil. Habrá otros a quienes les dé lo mismo quién gane la elección.
Si perdemos los octavos de final ante los brasileños, muchos se encogerán de hombros y dirán: nos cogieron como siempre. Cuando nos digan quién va adelante en el conteo de comicios, otros fruncirán la boca y dirán: quien gane, igual nos van a coger.
Devotos ciudadanos de votos
Pero en tanto eso ocurre, funcionarios de casilla, consejeros electorales y operadores del PREP, contabilizarán nuestros votos. Los sumarán a favor de un candidato o de otro. Entonces, pasaremos a ser un dígito que se sumará a una cifra.
Todo lo que somos se reducirá así a un voto entre millones. Ése será nuestro ínfimo e inconmensurable valor en el día de la elección. Lo mismo si votamos como si no.
Pero tal vez ahora mismo aún estemos a tiempo de decir que somos más que un voto. Que detrás de cada boleta en la urna, hay un ciudadano de carne y hueso. Hombre o mujer, joven o anciano. Alguien que respira, que sueña, que está encabronado o que tiene la inquebrantable esperanza de que un día, un pinche día no muy lejano, los mexicanos vivamos mejor.
Acaso por eso valga la pena que contemos nuestra historia, que compartamos las historias de cada voto, que digamos quién está detrás de cada papeleta cruzada, quién es el dueño de cada rostro serio en la fotografía de las credenciales para votar.
Es probable que sean historias simples, comunes, y hasta insignificantes. Es posible que se pierdan sepultadas por el caudal de sufragios, o bien, olvidadas ante la cifra mágica, redonda, de la votación.
Pero antes de que eso pase, queremos contar el relato de la señora que con todo y sus achaques va a votar; del jubilado que se interna en un laberinto de letras y números sin sentido, buscando su casilla, porque no sabe leer; o de la señora sin piernas empecinada en ir a cumplir con su deber y su derecho ciudadano.
Historias que elegir
Bonifacio es un chofer retirado. A sus 69 años, entra temprano en la escuela de la colonia San Pablo, donde vive. Es como si, sesenta años después, volviera para estudiar lo que de niño no aprendió.
Pero no: Bonifacio no va a la escuela a estudiar, sino a votar: ahí se han instalado seis casillas electorales y Bonifacio, que no sabe leer, pregunta en cuál de ellas le toca sufragar.
Un funcionario de casilla, un representante de partido y una trabajadora del INE, lo ignoran.
“No sé en qué salón me toca”, dice, “le he preguntado a tres personas y nadie me da respuesta. No quiero dar molestias; sólo quiero votar”.
Finalmente, un ciudadano lo conduce a la casilla que le corresponde y don Bonifacio puede depositar en la urna su voto. Ahora sí, comenta, se dispone a ir a almorzar.
Como don Bonifacio, a sus 83 años doña Juanita se empecinó en hacer lo propio. No fue impedimento que no pueda ir por su propio pie: es diabética y desde hace años le tuvieron que amputar las piernas para que ella pudiera sobrevivir.
Su hijo Candelario, de 58 años de edad, empuja la silla de ruedas. La escuela no tiene un paso que facilite el acceso a discapacitados. Con todo, Juanita llega a su casilla, los funcionarios le dan pase preferencial y, tras votar, una patrulla le estorba a la salida. El policía se niega a moverse para cederle el paso. Candelario hace un rodeo y, madre e hijo, vuelven a casa.
La señora Rosa Ayala, como doña Juanita, es una devota del voto ciudadano: originaria del Estado de México, llega del brazo de su hijo con un banco en el otro brazo, para sentarse en la fila de la casilla especial de Los Cárcamos. "Voy a esperar el tiempo que sea con tal de votar, porque es mi derecho", declara.
Votos y goles
En las casillas daba la impresión de que mucha gente se había volcado para ir a votar. Sin embargo, las elecciones no apagaron la fiebre mundialista.
Los partidos de España contra Rusia y Croacia contra Dinamarca condicionaron los tiempos de los votantes más futboleros.
Algunos se apresuraron para votar temprano y, saliendo de la casilla, pudieron ver cómo España era eliminada por el equipo local.
Homero Zamora, originario de Yucatán, se desesperó en la fila de una casilla especial cuando se dio cuenta de que el España-Rusia estaba a punto de empezar.
Las casillas especiales siempre son motivo de inconformidad ciudadana.
El INE había publicado en su página oficial que León tendría cinco casillas especiales con 750 boletas cada una, pero en la ciudad se instalaron sólo tres: en el parque los Cárcamos, en Poliforum y en la Universidad DeLaSalle. Las del Instituto Leonés y del Parque Explora no se habilitaron.
"Son chingaderas. Luego no quieren que uno piense mal; pero, ¿cómo dio el INE domicilios falsos?", dijo un ciudadano proveniente de Coahuila.
Pero no todos estallan en improperios por no poder votar. Hay ciudadanos para los que no votar es una expresión de su enojo… o de su resignación.
Eso es la abstención del voto para unas vecinas de la colonia Lomas de Medina. Caminan de mañana por calles lodosas. Pero no van a votar. Olla en la mano, una de ellas aclara: “cada vez que hay que elegirlos, los políticos siempre vienen a Lomas de Medina, regalan playeras y mandiles, prometen arreglarnos la colonia, pero mire: tanto año y seguimos igual o peor”.
Será historia
Sí: puede que este lunes pierda México contra Brasil y que gane el candidato por el que no votamos. Pero este domingo, con ese voto o con esa abstención, nos manifestamos. Nos hicimos visibles.
Mañana nos podemos desvanecer en la órbita o la imaginación de los políticos, que volverán a su burbuja de poder, y volverán, de nuevo, a ignorarnos como individuos. Pero este domingo nadie jugó por nosotros; ni héroes deportivos ni gobernantes de ego heroico.
Este domingo, cada uno de nosotros contamos, con una sola acción -una acción tajante-, nuestra menuda historia.
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